La Batalla de Almansa
BALACA Y OREJAS CANSECO, RICARDO
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado
Es ésta una fecha tozuda que se empeña en que sucedan en ella cosas para ser discutidas y rememoradas. También es la fiesta regional de Cataluña. Sin embargo en éste como en otros casos se toma la parte por el todo. En realidad es la fiesta de una parte de los catalanes, de una parte de los llegados recientemente, pero también de una parte de los de toda la vida.
El Estatuto de Autonomía consagra la efemérides, fue votado y aceptado, eso no lo vamos a discutir. Pero sí recordar algunos datos que la historiografía oficial olvida de forma interesada, porque apoya sólo una visión de la historia, la predominante.
Según ésta, la fecha simboliza, en el mejor de los casos, una lucha entre dos dinastías reales que se disputan el trono de España, según otra es una guerra de intereses europeos que se desarrolla en suelo español y a costa de los españoles, de sus vidas y de sus patrimonios, y según la más ideologizada es el final de la heroica lucha del pueblo catalán frente a una potencia invasora: España, o el resto de ella.
Hay otra versión que es la que se calla y que sin embargo es su esencia o, al menos, la parte clave de su sentido. La Guerra de Sucesión es como casi siempre no sólo una lucha por una hegemonía social, económica y política, sino una lucha de clases. Sí, una lucha en la que, en pura lógica no solo marxista, aflora en su forma más extrema y violenta la confrontación entre dos sectores de la sociedad que se enfrentan no sólo por el poder sino por imponer un sistema completo de estructuras, relaciones y epistemologías que las justifican. Obviamente eso se hace por parte de la facción que puede, la que es predominante. En este caso por parte de los que detentan ahora el poder económico en las formas y medios de producción en Cataluña y los que le apoyan por distintos intereses. Ésta visión es paradójicamente ocultada por la actual izquierda, sedicentemente progresista, que ayuda a la parte más reaccionaria de quienes defienden la fecha como una efemérides de liberación. Me refiero a ERC y Juns.
Pero lo que realmente defienden, y así lo confiesan paladinamente como recientemente lo ha hecho Puigdemont, es la vuelta a la situación de privilegio anterior a la supresión de los fueros, que es lo que realmente supuso como resultado esa contienda.
Con anterioridad, desde la Edad Media, cada comunidad se regía por unas leyes propias, los fueros, estableciendo distinciones entre los propios y los de las comunidades vecinas. No había igualdad. Es el estado moderno, con el concepto de nación el que establece que todos los ciudadanos de un país tienen los mismos derechos independientemente de donde hayan nacido o de donde residan. El Decreto de Nueva Planta suprime los fueros y con ellos los privilegios que consagraban. Vascos, catalanes y valencianos, al menos fuertes sectores de ellos, se sienten perjudicados y desde entonces originan una sucesión de conflictos, violentos en forma de guerra, como fueron las Guerras Carlistas, o políticos como fueron los partidos nacionalistas en la Restauración y en la II República. Sin embargo es Franco quien restaura los fueros en los territorios de Álava y Navarra, como premio por su comportamiento en la Guerra Civil. Recordemos que el Tradicionalismo, última forma del Carlismo, es junto con la Falange quien constituye el Movimiento, partido único en la dictadura franquista. Es significativo que en el momento más álgido de ella, cuando no se movía ni una brizna de hierba sin el permiso de sus jerarcas, cuando un alcalde del Movimiento, el de Játiva, pone el retrato de Felipe V boca abajo como protesta por lo que supuso la supresión de los fueros.
Escribiendo Caradoc me di cuenta de algo que ahonda en esta visión, de que el 11 el de septiembre es cosa sólo de algunos catalanes, incluso de los de estirpe.
Documentándome sobre los anteriores propietarios de la parte de la Torre Caradoc anterior a la villa victoriana, y de la finca, me encontré con que era propiedad de la familia Puxmarín. Ya el apellido es una declaración sobre de donde procede. Se trataba de una parte de una familia de Barcelona, que ya en 1376 estaba en Murcia. El principal de ellos era deán de la catedral. Pero la relevancia y el caracter aristocrático les viene por la concesión del título de Conde de Montealegre por parte de Felipe V
Montealegre es una población vecina de Almansa: Quan el mal ve d'Almansa, a tots alcança.
Es aceptada de forma común que el declive de los austracistas, partidarios del pretendiente de la casa Austria y defensores de los fueros, que concluye el 11 de septiembre de 1714 en Barcelona se inicia el 25 de abril de 1707, cuando estos pierden la batalla en esta localidad. Ahí empezó el final.
Pues bien, en esa batalla la intendencia estuvo organizada por Don José Rodrigo de Puxmarín, y sobre todo por su esposa, Doña Josefa Puxmarin y Fajardo, la "puxmarina", que la organizó en Montealegre cediendo cultivos y cosechas, además de terrenos y casas para alimentación y alojamiento de la tropa.
He aquí como otros catalanes contribuyeron de forma decisiva a la derrota de sus paisanos partidarios de fueros y privilegios en la Guerra de Sucesión.
Retratos de los Condes de Montealegre5. 1706-1707, de Senén Vila Najer. Conservado en el Palacio deGuevara, Lorca (Murcia). Con el número de inventario 57776. Fuente: Francisco Losa Serrano (1996), através de Millán (2015 p.55)
Esta fecha, 25 de febrero de 1707, pone a mi modo de ver el inicio de una etapa de esplendor y de épica del antiguo Reino de Murcia, que se ve compensada por este hecho junto con episodios menores como es el de la Batalla del Huerto de las Bombas, donde tuvo también un papel relevante Puxmarín junto con el Cardenal Belluga.
Esa etapa de pujanza duró hasta 1873.
La trilogía de Caradoc, con cerca de mil páginas en su versión ilustrada, se desarrolla desde 1707 hasta hace unos meses. Hasta enero de 2023, cuando se resuelve el misterio del cuadro del primer Lord Caradoc. En ella participan cientos de personajes. No debe extrañar pues que estos hechos sean una referencia obligada, sobre todo como cuando en este caso la familia Puxmarín ocupa un destacado lugar como antiguos propietarios de lo que hoy se conoce como Torre Caradoc, pero que antes, hasta la década de 1850, se conoció como Torre Puxmarín.
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